A Sentosa se llega o por teleférico o mediante este monorrail que tarda apenas unos minutos. El colmo de la artificialidad es que cuando llegas los operarios de los andenes deben darte la bienvenida saludando con la mano y con una sonrisa más que forzada.
Una mezcla de Port Aventura, Marina d’Or y Disneyworld.
Hasta las playas, diseñadas con rigor, son artificiales.
Hay un telesilla que te lleva a la cima de uno de los montes y desde la cual desciendes por un circuito con estos mini cochecitos.
El no va más, viajar a miles de kilómetros de casa para ver que tienen hasta un Café del Mar…
Yo muriendo de calor, el sol pega fuerte en Asia y unos pocos minutos al sol ya empiezan a sacar la gamba que llevo dentro.
Y como lo cutre no tiene límites, una muy mala imitación de algo que debería parecerse a las figuras de mosaicos de Gaudí….
Y el colmo de los colmos, la copia de su propio símbolo de identidad, aunque esta vez tan cutre y tan grande que uno puede subir en ascensor hasta arriba y de noche los ojos de león disparan rayos láser… en fin, no hace falta decir nada más…
Por el resto de mi último día poco más, poco a poco me fui dirigiendo a casa de Micha, donde pasé mis últimas horas para luego levantarme en medio de la noche, coger un taxi y plantarme en el aeropuerto más desértico que he visto nunca para embarcar a un vuelo que salía a las 7 de la mañana.
No miento, llegué antes de tiempo y pese a que la terminal estaba abierta no había absolutamente nadie, así que paciencia y a esperar, porque medio día después pondría los pies en un nuevo continente inexplorado hasta la fecha: Oceanía.
Pronto mucho más desde Sydney, donde llevo dos semanas y ya me siento como en casa!
Saludos, abrazos y besos a todos!
M
No comments:
Post a Comment