Me encuentro en la isla sur de Nueva Zelanda, donde he pasado la primera de las dos semanas que tengo para ver lo más destacable de este impresionante país. Mis conexiones a internet son lentas y caras, así que mis actualizaciones también… Ahí va la primera, sobre la ciudad de Christchurch. No sé si os acordaréis, pero en febrero de este año un terremoto de 6.3 en la escala Richter acechó esta ciudad, que es la más grande de la isla sur. Lamentablemente la mayoría de la ciudad quedó gravemente afectada y a día de hoy el centro urbano sigue inaccesible, con lo cual, como os podéis imaginar, Christchurch se ha convertido completamente en una ciudad fantasma. Al no poder visitar prácticamente nada, lo que único que pude hacer fue rodear el perímetro de seguridad y tomar fotos desde la lejanía. El ambiente que se respira es de mucha tristeza y dolor y uno se da cuenta de la futilidad de las cosas materiales que nos rodean. Nueva Zelanda sufre un promedio de 6000 terremotos al año y solamente hace falta que uno de ellos sea de una cierta magnitud para que una ciudad moderna entera quede impracticable.
Las vallas delimitan el perímetro de seguridad, que rodea la totalidad del centro urbano de la ciudad. El acceso está prohibido desde el terremoto y aún se pueden apreciar escenas de la vida cotidiana tal y como el terremoto las dejó, por ejemplo las mesas de algunas cafeterías a medio recoger, las sillas movidas como quien sale corriendo, realmente impresionante.
Todo tipo de edificios, desde modernos…
… hasta más tradicionales quedaron afectados y ante el peligro de derrumbe permanecen inaccesibles desde hace 3 meses. Imaginaos la cantidad de oficinas, tiendas y hogares que han tenido que ser desalojados…
Las piedras de una de las casas más antiguas, caídas sobre la entrada, tal y como el terremoto las dejó. Repito, lo que más me impresionó fue el hecho de que nadie hubiera podido acceder a estos edificios desde hace tantos meses. Es como si se hubiera tomado una instantánea y la ciudad hubiera quedado petrificada.
Algunos de los daños son un poco mayores.
Y algunos edificios desaparecieron por completo.
La ciudad fantasma: tiendas cerradas, nadie transita por las calles, es lo más parecido al fin del mundo que he visto y le llena a uno de tristeza cuando camina por ellas.
Pero la vida sigue y los habitantes de Christchurch están haciendo esfuerzos tremendos para recontruir la ciudad. El otro día se celebró una asamblea en la que participaron los ciudadanos y en la cual todos y cada uno podía proponer su visión de como reestablecer la normalidad. El ayuntamiento estudiará las mejores propuestas y, dentro de lo posible, las pondrá en práctica. Me parece una idea genial que se incluyan a los afectados directamente en el proceso de replanificación y reconstrucción. En momentos de dolor es mejor permanecer unidos, sin duda.
Así que, pensativo y cabizbajo por la tristeza que me habían transmitido las calles de Christchurch, pero seguro de poder volver algún día y ver está fantástica ciudad en su pleno esplendor, me dirigí de vuelta al hostal. En mi camino de vuelta, el sol se hizo un lugar entre las nubes y me regaló una de las puestas de sol más espectaculares que he visto ultimamente.
Al día siguiente un largo trayecto en autobús me llevaría a la ciudad de las emociones fuertes, Queenstown, al sur del sur, valga la redundancia. Pronto más sobre este fantástico pueblecito de montaña!
Muchos besos a todos,
M
No comments:
Post a Comment