Wednesday, May 25, 2011

Rotorua: la ciudad que desafía los cinco sentidos

Kia Ora!
Esto significa, entre otras muchas cosas, “hola” en maorí y aquí todo el mundo lo usa como forma oficial de bienvenida.
Este post va sobre la población de Rotorua, a medio camino entre Wellington y Auckland, un pueblo que cuenta con uno de los asentamientos más notables de maorís. Pero lo que realmente sirve de reclamo para los millones de turistas que pasan por aquí cada año es el hecho de que fue contruido sobre una zona de muy presente actividad geotermal. Geisers y miles de pozos burbujeantes rodean la ciudad, echando todo tipo de gases desde lo más profundo de la tierra, entre ellos bastante azufre, con lo cual el ambiente que se respira al caminar por las calles es muy parecido al de las bombas fétidas que hacíamos en el cole o al olor de huevos podridos, para que os hagáis una idea. La zona se encuentra muy cerca de uno de los volcanes más activos del país, que tuvo su última erupción en 1886 llevándose consigo a una población entera y que está conectado subterránea y subacuáticamente con el Etna en Italia, para que veáis de donde viene el tema. Como solamente tenía un día aquí decidí ir a visitar una de las pequeñas poblaciones autóctonas, que han vivido en esta zona desde hace cientos de años, para que se cuece, nunca mejor dicho.

La cosa empieza un domingo por la mañana, a las 8, para ser concretos y Rotorua no es una excepción como podéis ver, ya que como es normal no hay absolutamente nada ni nadie en las calles a estas horas.

Solo este amigo, que representa a los ancestros de los maorís y que sirve de decoración de las calles.

Así que café en mano me empiezo a dirigir a las afueras del pueblo a visitar la población que cuenta con este fantástico nombre. El alfabeto maorí es el mismo que el hawaiiano y cuenta con solamente 14 letras. Pues bien, aparte de la M, todas las demás están representadas en el nombre este. La gente no maorí suele quedar en Whaka como nombre más común. Me uno a ellos.

Cuando cruzas el puente para entrar, en seguida te das cuenta de que la cosa va de olores y neblinas. Esto que veis no es niebla, son los gases que se desprenden de los pozos sobre los que está construida la aldea.

Nuestro guía Paura (su nombre es veinte veces más largo, pero por mutuo acuerdo quedamos en dejarlo con este apodo) nos muestra estos hornos tipo microondas naturales en los cuales la gente cocina su comida haciendo uso del vapor que se desprende del suelo.

Cada ingrediente tiene su tiempo de cocción, pero para que os hagáis una idea, un pollo congelado está listo en aproximadamente una hora. Las patatas y el marisco se meten en una red y se sumergen directemente en los pozos.

Como os he dicho antes, el suelo libera muchos minerales, entre ellos el azufre, cuyo color amarillento es inequívoco.

Aquí el geiser más famoso de la zona. Nos cuentan que antes erupcionaba una vez cada hora y que lo hizo durante nueve años, pero que desde la última erupción del Etna, lo lleva haciendo una media de cinco veces por hora. Cuando se pone en serio puede llegar a los treinta metros de altura.

Ambiente de peli de miedo, seguro que los jóvenes de la aldea se hacen las mil y una putada por las noches para darse sustos.

La casa de reunión del pueblo, al estilo tradicional, representa a uno de los antepasados y su linaje. Hasta que los europeos llegaran a la zona, los maorís no tenían una forma propia de escritura, con lo cual relataban sus historias de forma pictórica. El techo simboliza los brazos, con los dedos a ambos extremos, el interior del porche las costillas, la parte posterior las piernas, la ventana los ojos y la puerta la boca. En el interior siempre se encuenta una columna en el centro, que representa la parte más importante, el corazón. Las decoraciones muestran los familiares del difunto, ya sean mujeres en forma de guardián o hombres en forma de guerrero.

Después del paseo matutino me muero de ganas de probar este plato que antes nos habían mostrado como estaba en preparación en la pequeña caja que habéis visto antes. Este plato se llama “Hangi” y como podéis ver se parece bastante a nuestra Escudella. El gusto, debido a la larga cocción es muy agradables y cada ingrediente queda hecho al punto. Absolutamente delicioso.

Una vez saciada el hambre, toca explorar los alrededores de la aldea, la naturaleza más espectacular de Nueva Zelanda.



Alguien más pasó por aquí. Uno de los senderos resume los países de la gente que ha ido viniendo al pueblo, uno de ellos el nuestro.

Algunos de estos pozos están a más de cien grados de temperatura en su superficie y mucho más calientes si tiramos hacia el fondo. Otros más cercanos al pueblo rondan los 30 grados y son usados cada mañana para tomarse un baño por los habitantes de Whaka.

Más gases y más burbujas…

Por la tarde y ya dejando atras Whaka, me doy un paseo por Rotorua y llego a los Government Gardens, que tienen al museo de Rotorua como su edificio más emblemático.

Buen clima, cienmil turistas chinos echando fotos…

… y los abueletes local jugando a la petanca un domingo por la tarde. Si es que por mucho que viajes, en el fondo no somos tan diferentes los unos de los otros…

En los jardines públicos, burbujitas sin parar.

Y más colores espectaculares.

En una pequeña zona de erosión me rindo un pequeño homenaje.

Y cruzo el puenta que lleva a Mordor.

Obviamente los pozos no están solo en los parques, sino que se encuentran distribuídos por todo el pueblo en forma de pequeños agujeros en el suelo. Algunos tienen suerte y tienen uno en el jardín de su casa.

Llegando a la orilla de lago Rotorua me encuentro con este fabuloso cementerio. Las tumbas no se pueden poner bajo tierra, porque la actividad geotermal las haría trizas en minutos, así que aquí la gente no se entierra, sino que se deja sobre tierra.

Ha valido la pena esperar y caminar tanto, la puesta de sol es de las que quita el hipo.

Y si encima te encuentras con un grupito de cisnes negros pegándose un festín de comida ya no se puede pedir más. Fijáos que preciosidad de animal.

Y por último decir, que no se cuánto tiempo me queda con esto de los posts, porque mi cámara está comenzando a sufrir ataques epilépticos con bastante frecuencia, con lo cual produce fotos como esta, que así en seco mola bastante, pero que para paisajes y demás no es que sea lo más adecuado. Espero que al menos me dure en lo que queda de viaje para que os pueda seguir contando y mostrando lo que tengo la suerte de ver.

Los maorís reducen lo esencial en la vida a tres cosas: fe, esperanza y amor, de las cuales el amor es lo más central de su cultura. Me uno a ellos en esta fantástica manera de ver la vida. El amor es lo que, pase lo que pase, siempre debe quedar y de esta forma de me despido de vosotros por el momento. Creed en lo que queráis creer, no perdáis la esperanza, pero, sobre todo, llenad vuestros corazones de amor. No es que me esté volviendo sentimental, es que lo siento de verdad. Este viaje me está enseñando muchas cosas y una de ellas es amar la vida que tengo, el mundo en el que vivo y las personas con las que lo comparto.

Pues eso, mucho amor para todos.

Os quiere,

M

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